lunes, 17 de junio de 2013

Apostemos por las cosas difíciles y los objetivos lejanos.


Y ahí  estaba ella, sentada en el alféizar de la ventana, semidesnuda y con el cigarro entre los dedos.
Inventando mundos paralelos, y soñando con elefantes voladores.. Siempre fue una soñadora. Ese día tiro el jarrón de flores del salón por la ventana. Salio a la calle, como si nada pasara, como si no estuviera rota en mil cachitos. Pero eso se le daba bien, eso de salir a la calle con una falsa sonrisa, con los morros pintados de rojo y el rímmel corrido por su mejillas. Pero nadie la miraba, no se la debía notar mucho, pensó.
La verdad es que estaba harta de eso, de que nadie la viera hecha mierda, de que nadie aparecía de repente en su camino y aliviara todo este desastre. Entonces fue cuando recordó algo, una gran frase, y era que no podía esperar a que la felicidad llamara a la puerta de su casa, por que las mejores cosas la esperaban ahí  fuera en algún lugar escondido y remoto o tal vez en la esquina de su casa. Así que decidió salir, con su pantalón mas corto, su camiseta favorita y sus botas negras que la daban confianza, salio tras un portazo, giro la esquina y callo en el más grande placer del planeta. Su sonrisa iluminaba las calles, y sus ojos desprendían alegría, ya no te necesitaba, tampoco necesitaba sus miedos, por eso por la primera papelera que paso, lo tiro todo y se propuso VIVIR como nunca antes había hecho.
Aún le encantaban los retos, eso no la había cambiado ni tú ni él.

No hay comentarios:

Publicar un comentario